El turismo ha sido – y es- una de las industrias más castigadas por la pandemia. Un hecho que ha obligado al sector a reformularse e impulsar nuevos formatos, algunos de ellossolo accesibles a nichos más concretos, como es el caso del turismo holístico.
La nueva era del turismo: la estábamos esperando.
La pandemia ha traído consigo un despertar colectivo. En especial para aquellas personas que vivíamos en urbes masificadas y rutinas absorbentes. De un día para otro, alguien apretó el botón de STOP. Rompimos con la inercia de una vida frenética para dar paso a una nueva rutina en la que era posible (para una mayoría) trabajar desde casa, pasar más tiempo con la unidad familiar, alimentarse correctamente y valorar el tiempo libre. También le dimos otra magnitud al espacio que nos rodea. A la importancia de descansar correctamente, contar con espacio suficiente y disfrutar de un exterior rodeado de naturaleza.
Este cambio ya se estaba gestando antes de la crisis sanitaria en la que vivimos. Las playas abarrotadas y las ciudades sobresaturadas habían dado lugar a una creciente oferta de turismo para aquellas personas que buscaban algo más que tomarse un mojito delante del mar.
Un tipo de vacaciones en las que crecer por dentro y fortalecer alma y espíritu. Un nuevo modelo basado en experiencias alrededor de la naturaleza y no del asfalto. Con un bajo impacto en el medio ambiente. Un lugar en el reencontrarse. Así surge el turismo holístico.
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